domingo, 12 de octubre de 2008

La cucharada estrecha

Un fama descubrió que la virtud era un microbio redondo y lleno de patas. Instantáneamente dio a beber una gran cucharada de virtud a su suegra. El resultado fue horrible: Esta señora renunció a sus comentarios mordaces, fundó un club para la protección de alpinistas extraviados y en menos de dos meses se condujo de manera tan ejemplar que los defectos de su hija, hasta entonces inadvertidos, pasaron a primer plano con gran sobresalto y estupefacción del fama. No le quedó más remedio que dar una cucharada de virtud a su mujer, la cual lo abandonó esa misma noche por encontrarlo grosero, insignificante, y en un todo diferente de los arquetipos morales que flotaban rutilando ante sus ojos.

El fama lo pensó largamente, y al final se tomó un frasco de virtud. Pero lo mismo sigue viviendo solo y triste. Cuando se cruza en la calle con su suegra o su mujer, ambos se saludan respetuosamente y desde lejos. No se atreven ni siquiera a hablarse, tanta es su respectiva perfección y el miedo que tienen de contaminarse.



Historias de Cronopios y Famas, Julio Cortázar





Quizá porque la perfección no es tan virtud...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y aún me quedaré por entender esa búsqueda incesante de perfección en un mundo que no ha sido creado para ello, sino para que cada uno sepamos encontrar lo mejor de nosotros en cada lugar, en cada momento y cada conversación con alguien...NO quiero un mundo perfecto, quiero aprender a sonreirle cada mañana al que tenemos.